Cada
uno de nosotros tenemos dentro nuestro un lugar en donde guardar las cosas que
son verdaderamente importantes, una especie de bolsillo secreto del alma.
Las
abuelas tenían para esto una palabra bárbara que ya casi no se utiliza: la
palabra atesorar, guardar como un tesoro.
Allí
cada uno va poniendo, para tener para siempre, aquello que nos hace realmente
felices y aquellos dolores que hacen que uno crezca.
Ese
sitio no puede ser visitado por nadie, no hay forma de llegar a él, solo cada
uno tiene la llave para abrirlo y cerrarlo cuando quiera.
Algunos
adultos hace rato que no van a ese rincón porque no soportarían comparar lo que
son allí con lo que son afuera.
¿Qué vamos
a poner allí?
¿Qué
vamos a guardar allí respecto de nuestro papel de adultos responsables de este
momento que nos toca?
Cambiemos
la pregunta: ¿qué vamos a querer encontrar allí cuando abramos esa puerta
pasado el tiempo?
¿Qué
vamos a encontrar allí cuando en la más sincera intimidad abramos esa puerta
secreta?
¿La
imagen de nosotros mismos derrotados por el odio?
¿La
imagen de nosotros mismos enfermos de individualismo?
¿La
imagen de nosotros mismos solos, llenos de cosas a lo mejor, llenos de plata a
lo mejor, pero solos?
¿La
imagen de nosotros mismos cerrados a los otros?
No
debe haber nada más triste en la vida que abrir esa puerta y encontrarnos a
nosotros mismos dando lástima...
Cada
paso que demos, cada decisión que tomemos, pensemos ¿qué estoy guardando en mi
corazón?...
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